Te
inyectabas sangre
de otros
porque es
agotador
ser uno mismo
todo el
tiempo.
Ponías
música y
frenabas
el reloj,
mirábas al
techo,
veías
mentes escribiendo.
Tantas
orejas para
tu
incomprendida canción,
a veces un
vaso de whisky
y el
colchón, nada más que eso
te hacen
mejor.
Llegar al
ocaso
y dejarte
seducir
por la frustración.
Pasar del
otro lado
de tu alma
y olvidarte
de hoy.
No hay comentarios:
Publicar un comentario